-¡Qué día tan espléndido!
¿Verdad, caballero?
-¿Habla conmigo?
-Sí, claro. A mí es que
estos días tan soleados me iluminan el ánimo.
-A mí en cambio me
fastidian mucho.
-¿Cómo es eso?
-Porque sirven de pretexto
para que los pesados como usted le suelten el rollo a uno.
-Es usted muy grosero.
-Y usted muy amable.
-Lo dice como si ser
amable fuera algo insultante.
-Para mí lo es. No sé por
qué las personas más amables suelen ser
también las más pelmazas. ¿Por qué no se va a darle la paliza a otro?
-¡Habrase visto! Le exijo
ahora mismo una satisfacción.
-¿Que me exige una
satisfacción? ¿Y qué espera que haga, que le masturbe?
-¡Maleducado!,
¡deslenguado!, ¡soez!
-¡Váyase a la mierda!
Apuesto que es usted uno de esos hombres ridículos que llaman a su mujer
“cariño”.
-Por supuesto ¿Qué tiene
eso de malo?
-Y ella a usted le debe de
llamar “cielo”.
-Ahora comprendo. No es
usted más que un solterón amargado.
-Se equivoca. Yo también
estoy casado, por desgracia.
-Entonces compadezco a su
mujer.
-Y yo le compadezco a
usted.
-¿A mí? ¿Por qué?
-Porque no es más que un
pobre desgraciado. Cada mañana se encierra un buen rato en el lavabo porque es
el único lugar de la casa donde se siente tranquilo. A ella le ha dicho que
tiene estreñimiento.
-No entiendo ¿Cómo sabe
usted que sufro estreñimiento?
-No lo sufre, sólo lo
finge. Yo lo sé todo acerca de usted, en cambio usted lo ignora todo de mí.
-Pero... ¡Esto es
inaudito! ¿Puede saberse quién es usted?
-Me llamo Serafín López
Palomino.
-¡Ese es mi nombre! ¿Qué
broma macabra es ésta? Le exijo una explicación.
-Ya le he dicho que lo sé
todo sobre usted. Haría bien en reconocer que es un pobre diablo.
-Un momento, un momento.
Aclaremos esto de una vez. ¿Cómo es que...
En ese preciso
instante alguien llama a la puerta del lavabo.
-Serafín, ¿te encuentras
bien?
-Sí, ¿por qué lo dices?
-Me había parecido que
hablabas solo.
-No, bueno, verás...
Estaba recitando unos versos para distraerme. Como esto se hace tan pesado...
-Hoy llevas en el baño más
tiempo de lo normal. ¿Te queda mucho todavía? Recuerda que estoy esperando para
entrar.
-No, enseguida acabo.
-Bien, entonces iré a
preparar café.
-Gracias, cariño.
-De nada, cielo.
(relato)
(relato)
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