31 marzo 2015

59




          Al amanecer
          Mi Barca me espera
          Junto a mi Mar

58




          Flor de lavanda
          La morada fragancia
          De mi infancia

30 marzo 2015

57




          Vi en tu iris
          Cuando cesó la lluvia
          El arco iris

28 marzo 2015

56




          Abre tu boca
          Como se abre la flor
          De pasión roja

27 marzo 2015

55




             Y malherido
             Anidé en tu pecho
             Y me sanaste

54




         
          Tal vez un día
          Tropiece con el rosal
          De tu jardín

25 marzo 2015

53




          Mujer enamorada
          Toda tú resplandeces
          Tan bella eres


24 marzo 2015

52




          En todas partes
          Allí donde yo mire
          Siempre te veo

22 marzo 2015

51




          Le di un beso
          Con sabor a bombón
          De corazón

20 marzo 2015

50




          Todas Paloma
          Mis últimas amigas
          Se llamarán

18 marzo 2015

49




       Las aves duermen
       Mientras contemplo cómo
       El tiempo vuela

48




          Como un monje
          Mohíno del Medievo
          A mí me veo

47




         
          Cantó el mirlo
          El final del invierno
          Al atardecer

15 marzo 2015

46




          Me dio la vida
          Una mujer un día
          Otra, la Vida

El aburrimiento





 La cuestión del aburrimiento se ha venido tratando desde hace siglos; ya la Biblia lo menciona, pese a que la versión latina lo tradujo como “tedio” o “pereza”: uno de los siete pecados capitales.

Pero fue en la Edad Media cuando el término recuperó su antigua raíz griega: acidia (avkhdi,a), con el sentido de tristeza profunda o pereza espiritual, siendo a la sazón un problema muy abordado por varios santos y estudiosos eclesiásticos, puesto que la consideraban un mal espiritual que se cernía sobre los monasterios en los que el tiempo parecía no transcurrir y las rutinas de los quehaceres diarios, así como la falta de novedades e imprevistos, impregnaban el alma de no pocos monjes de un espeso y mortecino sopor. Valga este botón de muestra para hacerse una idea de cómo podía llegar a emponzoñar la vida del monje o anacoreta, según esta confesión de Guigo el Cartujo (s. XII): “Cuando estás solo en tu celda, a menudo eres atrapado por una suerte de inercia, de flojedad de espíritu, de fastidio del corazón, y entonces sientes en ti un disgusto pesado: llevas la carga de ti mismo; aquellas gracias interiores de las que habitualmente usabas gozosamente, no tienen ya para ti ninguna suavidad; la dulzura que ayer y antes de ayer sentías en ti, se ha cambiado ya en grande amargura”.

Claro, estamos metidos en la Edad Media, cuando todos los libros manuscritos o códices que se escribían y leían se encontraban en los monasterios. Hoy el aburrimiento solemos entenderlo como algo de tipo mental antes que espiritual (aunque haya quien crea en una natural interrelación entre los dos ámbitos); un mal o un vacío que sobreabunda especialmente en la sociedad moderna y del que no se escapa siquiera un considerable número de personas ocupadas en sus tareas cotidianas; del mismo modo que no escapaban de él muchos monjes entregados a sus rutinas diarias. No nos estamos refiriendo simplemente a un momento más o menos largo de indolente desocupación, sino a un estado de la mente (o del alma) que se traduce en una especie de hartazgo existencial, de desmotivación permanente, de desesperado vacío interior… capaz de impulsar a quien lo padece a cometer cualquier acción que lo aleje temporalmente de él.

Decía Blaise Pascal: “Todas las adversidades de los hombres provienen de no saber permanecer tranquilos en su habitación”. Tengo para mí que detrás de no pocas acciones violentas, tanto a un nivel individual como colectivo, ha estado siempre el aburrimiento. No solo la codicia o el afán expansionista han sido siempre los causantes de las contiendas entre naciones. He leído a algunos historiadores modernos afirmar que nadie sabe exactamente por qué se originó la I Guerra Mundial; pues el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria no justificaba por sí mismo un desenlace semejante. Hay otras interpretaciones, claro, pero tampoco es momento de entrar en ellas. Solo formulo una pregunta, y ahí la dejo: ¿pudo haber sido el aburrimiento la verdadera causa de la I Guerra Mundial?

Stefan Zweig, en su magnífica obra El mundo de ayer (memorias de un europeo), nos describe con detalle el ambiente social que se respiraba en la Viena poco antes de la Gran Guerra. Nos retrata una sociedad sólidamente organizada, próspera, extremadamente segura y tranquila: “Era un mundo ordenado, con estratos bien definidos y transiciones serenas, un mundo sin odio”. Parecía imposible que algo pudiera alterar aquella sociedad satisfecha de sí misma que ofrecía infinitas posibilidades a cualquier ciudadano con ciertas dotes para las artes, la música, la industria o los negocios. ¿A qué se debió entonces esa súbita y enorme excitación ante los primeros rumores de guerra? ¿Por qué todos aquellos jóvenes suboficiales del ejército, hijos de familias adineradas en su mayoría, ansiaban casi con desesperación el momento soñado de entrar en batalla? Si alguien se atrevía a cuestionar “las poderosas razones” que justificaban la guerra, se le acusaba públicamente de traidor (una escena tantas veces vista en otros países y continentes) o era agredido sin la menor contemplación. En definitiva, todos, o casi todos, no solo querían la guerra sino que parecían incluso necesitarla. ¿Por qué y para qué? ¿Cuál era el verdadero problema de fondo que subyacía bajo todos aquellos pretextos tan nobles y honorables?...

Mi opinión –que como se verá no es la única- es que el aburrimiento es capaz de provocar las más atroces acciones humanas imaginables, como se puede constatar cada día en los noticieros de la televisión o en las páginas de sucesos de los periódicos. Y el gran peligro es que esa epidemia de la mente, o del alma, llegue a extenderse hasta el punto de infectar a la mayoría de una sociedad, ya satisfecha o insatisfecha, cada vez más sumida en una crisis de valores sin precedentes.

Por cierto; aburrido es quien se aburre, no (necesariamente) quien aburre.





14 marzo 2015

45




         
          Flor de azahar
          Bello perfume blanco
          Entre naranjos

12 marzo 2015

44




          Dices que te vas
          Hoy me llora el Alma
          Gracias por todo

11 marzo 2015

43




          Alma vacía
          Va de cuerpo en cuerpo
          Quiere ser alguien

42




          Te besa el Sol
          Te acaricia el Mar
          ¿Y yo qué hago?

08 marzo 2015

41




        
          En compañía
          La lluvia cala menos
          Y puedes llorar

40




          En la orilla
          En donde lame la Mar
          Está mi beso

39




          Cómo presume
          De bonito peinado
          La Mar rizada

05 marzo 2015

38



          Mira al suelo
          De espaldas a la mar
          Triste y solo

37




          Hace ya tiempo
          Que no veo la Luna
          Te veo a ti

04 marzo 2015

36




         
          Vuelan deseos
          En el aire se quedan
          Esperándome

35




          Me pide la Mar
          Que le escriba versos
          Que nadie lea

03 marzo 2015

34




         
        
           Dejó de cantar
           Un día de invierno
           Olvidó volar

33




        
          No hay prisión
          Que me impida volar
          Cuando escribo

32




         
          Pasan los trenes
          En ninguno se sube
          ¡Qué mala suerte!

02 marzo 2015

31




          Volvió el mirlo
          Pero aún no canta
          ¿A qué espera?

01 marzo 2015

30




         
          Letras Eternas
          Escritas por el Alma
          Fuera del tiempo

29




          Con mi silencio
          Yo nunca te castigo
          Solo te premio

28




       
          No deja huella
          Escribe en el agua
          No quiere fama

27




          Si he de morir
          Que sea abrazando
          A mi amada

26




          Hay muchas jaulas
          Que te impiden volar
          Sin ser de hierro