18 diciembre 2014

Mago de palabras



Me dijo que él no quiso ser escritor, sino mago. La magia que desde niño le cautivó no consistía en la prestidigitación, sino en aquella que lograba el milagro, en aquella que de la nada era capaz de suscitar una emoción o despertar un sentimiento, en aquella que alcanzaba el alma. Él sin duda lo consiguió, habida cuenta de la multitud que sumida en un silencio reverencial acudió a su funeral. Pero también me dijo una vez que, no obstante, siempre había mantenido una relación de amor-odio con la palabra. Esta, al fin, no expresaba más que un concepto, algo limitado y dual que el ser humano había convertido en instrumento de engaños, enfrentamientos y guerras. Luego, tras una breve pausa, precisó que la palabra también podía ser la expresión del corazón. Despojada de todo ardid o artificio y alejada de un interés, podía transformarse en belleza, en belleza desnuda, humilde y mágica. En palabra de Dios.
En una ocasión le pregunté cuándo descubrió la magia en las palabras. Su respuesta fue un tanto ambigua. Me habló de su primer diario y de cuánto le costó al principio que las palabras y el corazón entraran en total sintonía.

La casualidad me llevó un día al desván de la casa donde transcurrió su infancia. En medio de un montón de trastos ajados, rescaté una caja de cartón cuyo interior se hallaba repleta de papeles amarillentos y viejos útiles escolares. Reparé en una libreta que tenía escrito en la cubierta una lejana fecha y la palabra “diario”. Con la respiración contenida por el hallazgo, abrí la libreta y leí en la primera página:
“En el día de hoy se cumple un año de la muerte de mi padre”
Pasé a la página siguiente, y leí de nuevo:
“Hoy se cumple un año de la muerte de mi padre”
Repetí la operación, y encontré:
“Hoy se cumple un año de la muerte de papá”
Volví a pasar de página:
“Hoy hace un año de la muerte de papá”
Y en la siguiente:
“Hoy hace un año que murió papá”
Antes de pasar a una nueva página, me detuve un momento preguntándome, no exento de una tierna emoción, si la última frase podía superar a la que acababa de leer en efecto y sencillez; pues pude apreciar que la siguiente era la definitiva, dando entrada al resto del diario.
Y leí:
“Hoy hace un año que ha muerto papá”
Y su magia me alcanzó de lleno.

(relato)

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