Me dijo que él no quiso ser
escritor, sino mago. La magia que desde niño le cautivó no consistía en la
prestidigitación, sino en aquella que lograba el milagro, en aquella que de la
nada era capaz de suscitar una emoción o despertar un sentimiento, en aquella
que alcanzaba el alma. Él sin duda lo consiguió, habida cuenta de la multitud
que sumida en un silencio reverencial acudió a su funeral. Pero también me dijo
una vez que, no obstante, siempre había mantenido una relación de amor-odio con
la palabra. Esta, al fin, no expresaba más que un concepto, algo limitado y
dual que el ser humano había convertido en instrumento de engaños,
enfrentamientos y guerras. Luego, tras una breve pausa, precisó que la palabra
también podía ser la expresión del corazón. Despojada de todo ardid o artificio
y alejada de un interés, podía transformarse en belleza, en belleza desnuda,
humilde y mágica. En palabra de Dios.
En una ocasión le pregunté cuándo
descubrió la magia en las palabras. Su respuesta fue un tanto ambigua. Me habló
de su primer diario y de cuánto le costó al principio que las palabras y el
corazón entraran en total sintonía.
La casualidad me llevó un día al
desván de la casa donde transcurrió su infancia. En medio de un montón de
trastos ajados, rescaté una caja de cartón cuyo interior se hallaba repleta de
papeles amarillentos y viejos útiles escolares. Reparé en una libreta que tenía
escrito en la cubierta una lejana fecha y la palabra “diario”. Con la
respiración contenida por el hallazgo, abrí la libreta y leí en la primera
página:
“En el día de hoy se cumple un
año de la muerte de mi padre”
Pasé a la página siguiente, y leí
de nuevo:
“Hoy se cumple un año de la
muerte de mi padre”
Repetí la operación, y encontré:
“Hoy se cumple un año de la
muerte de papá”
Volví a pasar de página:
“Hoy hace un año de la muerte de
papá”
Y en la siguiente:
“Hoy hace un año que murió papá”
Antes de pasar a una nueva
página, me detuve un momento preguntándome, no exento de una tierna emoción, si
la última frase podía superar a la que acababa de leer en efecto y sencillez;
pues pude apreciar que la siguiente era la definitiva, dando entrada al resto
del diario.
Y leí:
“Hoy hace un año que ha muerto
papá”
Y su magia me alcanzó de lleno.
(relato)
(relato)
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